Hoy en día basta salir a la calle o prender el televisor para verse bombardeados de imágenes de golosinas y comida chatarra, todas de escaso aporte nutricional. Nuestros pequeños no son inmunes a la tentación, por lo que debemos ser especialmente cuidadosos durante su primer año de vida. Así, evitaremos consecuencias negativas para su salud a largo plazo, ayudándolos a crear hábitos saludables.
*Con la colaboración de Carmen Alcalde, médico Clínica Integramédica, y María Cecilia Benavides, nutricionista y directora de NUTRICLINICAL.
A todas nos ha pasado. Vamos por el pasillo del supermercado con nuestra guagua de entre 6 meses y 1 año en el coche, quien mira suplicante el paquete de galletas que ¡ups! nosotras estamos “picoteando”. Entonces pensamos: “Pobrecito (a), voy a darle solo un poco…”, y abrimos, sin querer, la caja de Pandora. Craso error.
En la actualidad se sabe que es muy importante la alimentación de los niños desde su concepción en el útero materno hasta los primeros mil días de vida. Claves en este punto son los hábitos alimenticios de la madre, porque es así como el menor adquiere sus preferencias alimentarias iniciales.
La recomendación general es no añadir azúcar ni sal durante el primer año de vida. Después, es conveniente utilizar pequeñas cantidades de sal yodada y, en el caso de la azúcar, tratar de no endulzar las preparaciones con ella. Esto, entre otras razones, porque puede hacer que los pequeños incorporen ese sabor ¨disfrazado¨ en la comida, y luego no puedan acostumbrarse al natural.
Si bien al nacer el bebé lo hace con los órganos necesarios para sobrevivir, estos aún se encuentran inmaduros, por lo que no realizan todas sus funciones a cabalidad. El riñón es uno de los órganos más susceptibles, no siendo capaz de manejar grandes cantidades de sodio y cloro, componentes de la sal común. Es por esta causa que el Ministerio de Salud (MINSAL) y la Sociedad Chilena de Pediatría (SOCHIPE) sugieren restringir el aporte extra de sal a los menores de 1 año, ya que en este período el niño está formando sus hábitos alimenticios, condicionando el tipo de alimentación que tendrá a lo largo de su vida.
Lo mismo pasa con el azúcar. La bibliografía nacional e internacional coincide en que el consumo de azúcar común (o sacarosa) no es necesario durante el primer año de vida. Así lo avala la evidencia científica, señalando que agregar azúcar, miel y endulzantes extra es absolutamente redundante. Por lo tanto, jugos en polvo, bebidas azucaradas y golosinas no deben estar presentes en la dieta de los lactantes bajo el año.
Posterior a esta edad, su ingesta debiera ser la menor posible. Entre las numerosas razones está la mayor incidencia de caries en este período y la predisposición a la obesidad infantil y/o diabetes mellitus en etapas posteriores.
Prácticamente todas las leches de vaca del mercado – ya sea líquidas o en polvo- tienen azúcar incorporada, por lo tanto, su adición extra no se justifica.
Aun así, es importante resaltar que el consumo de azúcares, de un modo equilibrado y natural en los alimentos que la contienen (idealmente proveniente de las frutas), tiene propiedades positivas para el organismo. El cuerpo necesita de los azúcares para el correcto desarrollo de las funciones cognitivas y de la actividad física, entre otros. Como en todo, la clave parece estar en el equilibrio.
A partir del año o 2 años se puede condimentar un poco la comida. En este sentido, es esencial destacar la importancia de que nunca esté en la mesa a libre disposición el salero o el azucarero para que uno se sirva.
Finalmente, los expertos concluyen que debemos brindar comidas saludables a nuestros niños, buscando la mayor variedad, dentro de nuestras posibilidades. Para ello podemos utilizar condimentos suaves y aromáticos, a fin de evitar adicionar tanta sal y azúcar a las preparaciones. ¿El objetivo? Volver al origen de los alimentos y sabores, procurando que sean lo más naturales posibles.
Recomendaciones para disminuir el consumo de sal y azúcar en lactantes menores de 1 año: · Prolongar la lactancia materna exclusiva hasta los 6 meses de vida, de modo de evitar la incorporación de sal y azúcar antes de esa edad. · Añadir alimentos sólidos a partir de los 6 meses, cocinándolos sin sal ni azúcar. · Promover el consumo de alimentos preparados en casa, rehuyendo los preparados altos en sodio y azúcares que la industria requiere como preservantes. · Fomentar entre los padres la lectura y comprensión de las etiquetas nutricionales. Todas estas comienzan con el ingrediente presente en mayor cantidad. Esto quiere decir que, si la azúcar aparece al inicio o cerca, seguramente es un alimento alto en ella. También fijarnos en sus sinónimos jarabe de maíz, dextrosa, maltosa y melaza, entre otros. |