Su delicada y sensible piel no se ve como siempre, sus mejillas muestran unas inusuales manchas rojas y resecas, que le causan a tu hijo una gran picazón y a ti como mamá, mucha inquietud.
Estás jugando con tu guagua mientras la preparas para el baño, le cantas y sonríes y ella te mira riendo y balbuceando sus primeros sonidos. Es un momento feliz para ambas, mientras sigues sacándole la ropita y jugando con sus pies y piernas. De repente la miras con mucha atención y descubres en su carita algo raro, una especie de mancha roja, de aspecto reseco y escamoso con algo de relieve. Más de cerca parece que su delicada piel estuviera herida. Así más o menos luce la dermatitis atópica, también llamada eccema atópico. Y de esta manera también puedes descubrirla, de forma repentina y con mucho susto sin saber qué la causó a pesar de tus cuidados.
Pero no debes inquietarte en extremo, no es una picadura ni una peste, sino la manifestación de algo bastante común entre los niños, al menos más que hace unos 50 años.
Según la Organización Mundial de la Salud esta es “una enfermedad de causa desconocida que con frecuencia hace su aparición ya en los primeros meses de vida”. La misma institución detalla en su descripción que “es frecuente que otros parientes cercanos padezcan también dermatitis atópica, rinitis alérgica o asma bronquial. Esta suele desaparecer de forma espontánea entre los 5 y 8 años, aunque en ocasiones persiste hasta la edad adulta. Pueden presentarse reagudizaciones de la dermatitis en periodos de tensión física o síquica”.
Esta es la patología cutánea crónica más frecuente entre los menores y según datos de la entidad, el 20% de las consultas de dermatología pediátrica son a causa de su presencia. Además, afecta aproximadamente al 10% de las guaguas y niños sin distinción de sexo (aunque se considera ligeramente superior su presencia en las mujeres) y puede aparecer durante las primeras 6 semanas de vida. Otro dato que llama la atención es que se manifiesta en un 90% de los casos antes de los 5 años y es más común en los países desarrollados y con mayor poder adquisitivo. Un número reducido de personas (2 a 5%) puede verse afectada durante su vida adulta.
Cuando se trata de lactantes, la zona donde primero son visibles las erupciones es la cara, más específicamente en las mejillas, pero al ir creciendo estas podrán verse en otros lugares del cuerpo como el cuero cabelludo, pliegues de los codos y rodillas o las nalgas, siendo la picazón y luego el rascado la causa de que cambien de aspecto y se vea esa zona más irritada y abultada. El riesgo es que con las uñas puedan romper la barrera cutánea que protege la piel y dejarla expuesta frente a los microorganismos, lo que causaría la inflamación.
Cuidados y precauciones
A pesar de las aprensiones de los papás, los pequeños con dermatitis atópica pueden tomar su baño diario, claro que deben evitarse los jabones con elementos que puedan irritar la piel, así como también mantener contacto con detergentes, animales domésticos o lana. Las apariciones se pueden tratar con medicamentos como antihistamínicos, pero lo usual es que desaparezca en forma espontánea hacia la adolescencia, aunque puede continuar la tendencia a la sequedad de la piel.
Aunque se desconoce la causa específica que la provoca, sí se sabe que hay situaciones que pueden agravarla como el consumo de ciertos alimentos, por lo que es conveniente que el especialista que trata al niño considere su sensibilidad al ingerir productos como huevo o trigo. También se recomienda en ciertos casos evitar los chocolates y embutidos, así como los colorantes. Mantener un buen aseo que evite o disminuya la presencia del ácaro del polvo es otra precaución que se sugiere en estos casos. El uso frecuente de la aspiradora, así como evitar que se acumule el polvo en la ropa o lugares donde el niño se mueve, es una buena medida a incorporar para reducir la posibilidad de la aparición de este tipo de dermatitis.
Frente a una consulta el especialista puede sugerir un producto emoliente a aplicar en todo el cuerpo y en forma reiterada la zona afectada. En algunos casos se aconsejará aplicar compresas frías. Tampoco está de más mantener las uñas del pequeño cortas, con el fin de disminuir las posibilidades que se rasque. Otro componente a tener en cuenta es el impacto emocional que su presencia tiene en la familia, ya que las molestias que puede provocar en el niño, tales como cambios de humor, irritación, llanto o mal dormir, inevitablemente tendrán un efecto en sus padres.
Estar alerta y disminuir los factores que pueden desencadenar su presencia, así como tener mucha paciencia con el menor que la padece ayudarán a enfrentar este momento.