La curiosidad es un elemento fundamental dentro del desarrollo de la personalidad y seguridad de los niños. Llegando el momento de entrar al jardín infantil y los primeros años de preescolar, los pequeños se convierten en una fuente interminable de dudas. ¿Por qué sucede esto? te invitamos a conocer más sobre esta etapa de la vida de tu hijo.
Entre los 3 y 6 años se da inicio a la etapa de los por qué y de las preguntas en la vida de los niños. Es aquí cuando termina el proceso de separación-individuación de la figura de apego y donde ellos adquieren un gran número de palabras, que les permite representar objetos, acciones y personas, logrando una mayor comunicación con su entorno. “Los pequeños ya han pasado el periodo crítico de las pataletas -que es a los 2 años- y están comenzando un acelerado desarrollo en el ámbito socio-emocional, en el crecimiento corporal y motriz, y además en el lenguaje y el pensamiento. Los menores empiezan a interesarse en el entorno y a cuestionarse cómo funciona el mundo y los eventos que pasan a su alrededor”, explica Andrea Aguirre, siquiatra infanto-juvenil de Clínica Universidad de Los Andes.
Es en esta etapa que los infantes encuentran un vehículo que les sirve para relacionarse y comunicarse con los adultos. Aguirre destaca que los cuestionamientos son fantásticos para el desarrollo cognitivo, y agrega que durante este proceso de cambios, los menores de 6 años realizan diariamente alrededor de 100 preguntas. Llegado el momento de pasar a educación básica la cantidad de dudas decae drásticamente, ya que se encuentran preparados para encontrar sus propias respuestas.
“Los cuestionamientos son una de las formas que tienen los menores de participar en los entornos que los rodean. Es a través de estas interrogantes que comienzan conversaciones con los adultos, reclamando su atención, y obteniendo información para ir construyendo sus propias opiniones y poder ofrecerlas a otras personas”, sostiene la siquiatra.
Pero esta etapa del desarrollo no se encuentra exenta de problemáticas, puesto que “como el niño empieza a desarrollar una creciente curiosidad y a preguntar a quienes los rodean en busca de respuestas de algo desconocido, esto viene acompañado por un poco de temor a enfrentarse a esta nueva realidad, que implica un mundo más tangible para ellos”, comenta la sicóloga del Centro Médico Manuel Montt, Loreto Cáceres.
Ninguna pregunta es tonta
Para poder entender el tipo de dudas que surgen en este periodo, los padres necesitan saber que muchas veces los ‘por qué’ de las cosas tienen mayor relación con el ‘cómo’ funcionan los objetos alrededor del niño. En otras palabras, los pequeños no solo buscan una respuesta formal, sino que al mismo tiempo desean entender qué implica en la práctica.
“Los cuestionamientos se desprenden de la necesidad de obtener mayor información sobre un tema o aspecto en particular, tener más datos y así disminuir la ansiedad de comprender aquello que no les es del todo claro. Es como si estuviésemos frente a un pequeño investigador del mundo y sus acontecimientos, por lo que insistirá bastante, hasta sentir que consigue soluciones que satisfacen legítimamente su interés. De lo contrario, continuará bombardeando con más preguntas”, afirma la sicóloga Loreto Cáceres. Esto no debe ser un signo de alarma para los padres, ya que se trata de una señal positiva dentro del desarrollo del menor, lo cual significa que el niño está creciendo, aprendiendo y explorando su realidad.
Es bajo este paradigma que se inicia lo que la doctora Aguirre explica como la organización o arquitectura de los conocimientos. Este proceso -donde las dudas son una parte fundamental- permite al menor situar y resituar aquellas problemáticas que no tiene suficientemente claras. “Pueden surgir cuestionamientos ante temas de cómo funciona el universo, los fenómenos naturales, la muerte, los animales, de dónde vienen las guaguas; preguntas que muchas veces ponen en aprietos a los padres y a las cuales ellos no siempre tienen respuestas inmediatas”, comenta la siquiatra.
¿Cómo enfrentar esta etapa?
Armarse de paciencia: es fundamental estar siempre dispuestos a responder. No es necesario dar explicaciones muy detalladas, pero sí poner atención, ser sensibles y empáticos frente a los cuestionamientos.
Entender y responder con cariño las preguntas: no las hacen para incomodar o molestar. Brindarles seguridad de poder resolver sus dudas en un ambiente amoroso y de contención influirá en el desarrollo de la seguridad en sí mismos.
No contestar de mala manera: eviten las frases ‘no preguntes leseras’, ‘no molestes’ o ‘no seas pesado’.
El nivel de interés de los padres determinará qué tan abierto será el niño a preguntar: los adultos que proporcionen información y soluciones, además de estar atentos a los cuestionamientos, generarán un impacto importante en la libertad de su hijo de plantear dudas y con qué tipo de respuestas se contentará.
Aliéntenlos en el conocimiento: entréguenle respuestas cortas y en un lenguaje adecuado a su nivel de desarrollo. Una buena herramienta en estos casos son los cuentos, que son un vehículo privilegiado para comunicarse con los menores, también se pueden usar ejemplos experienciales como: “llueve porque las nubes se llenan de agua y revientan”.
Para estimularlos es útil brindarles fuentes adecuadas y adaptadas a su edad: hagan uso de libros, revistas y películas. Aquí no solo se busca satisfacer su deseo de conocimiento, sino que establecer un vínculo y una interacción que va determinando las bases de una relación sana y amorosa con los pequeños.
Es importante no mentir a los niños: digan ‘no lo sé’ cuando no se tenga respuesta, o propongan buscar la solución juntos. De esta forma la familia logra un ambiente que le da importancia a la veracidad de los hechos y que no siempre tiene la respuesta de todo.
El tipo de respuestas marcará el rumbo de la curiosidad del niño: a través de ellas moldearán su razonamiento y posibilidades de sacar conclusiones.
Si los padres son cerrados, el niño difícilmente se abrirá: las figuras de autoridad de la casa darán el ejemplo de que la curiosidad no es un precursor hacia la adquisición de nuevos conocimientos, lo que influirá en el desarrollo de la creatividad, el autoconcepto y sentido de la autosuficiencia.
Tips para fomentar la curiosidad
1. Leer en familia siempre será una muy buena práctica. La lectura a viva voz de un libro que sea de interés para el menor ayudará a darle respuestas a sus preguntas y a adquirir nuevos conocimientos.
2. Estimular al niño con imágenes, películas y documentales comprensibles para su nivel de razonamiento. Este proceso debe ser en familia y no desligándose al entregarles un celular o tablet.
3. Llevarlos a museos, librerías, paseos, al cine o estadio, para que tengan la oportunidad de conocer distintos escenarios.
4. Establecer una atmósfera de apoyo y cariño en la casa. Es importante enfocar su curiosidad en aspectos positivos y que impliquen una sensación de estabilidad en sus vidas.
5. Evitar atmósferas conflictivas que puedan llevarlos a desarrollar temor por desear satisfacer sus necesidades básicas. No ridiculizarlos o neutralizarlos con comentarios inapropiados.
6. Compartir su deseo por aprender y conocer el mundo.
7. No hay que olvidar que no existe una crianza perfecta. Entregarles todo lo que exigen y piden no siempre es la mejor política. Una cuota de sana frustración los ayudará a comprender la temporalidad de las circunstancias y los preparará para una vida más optimista y con mayor capacidad de tolerar la frustración.