Los primeros 60 a 90 minutos post parto son trascendentales para madre e hijo, por eso, promover un contacto inmediato piel con piel permite crear un vínculo de seguridad y autoestima que perdurará para toda la vida.
Atrás parece haber quedado la imperiosa necesidad de practicar procedimientos médicos inmediatamente después del parto. En lugar de ello emerge una tendencia que va al alza y que los especialistas denominan “la hora sagrada después de dar a luz”. Como su nombre lo indica, después del parto existe un espacio de tiempo, cuya prolongación dura entre una hora a 90 minutos, en el que el contacto piel con piel entre la madre y el recién nacido prevalece por sobre las rutinas médicas aplicables al caso. De esta manera, y si la buena salud de la mujer así lo permite, se prescinde de toda intervención clínica para dejar que madre e hijo tomen contacto de forma inmediata.
Tal como indica Constanza Soto Conti, médico del Hospital Materno Infantil Ramón Sardá de Buenos Aires, y principal promotora de esta teoría, los minutos iniciales son un periodo sensible durante el cual el contacto estrecho entre la madre y el recién nacido sano puede tener efectos positivos de largo plazo, como una mayor seguridad y mejor tolerancia a la angustia de la separación. Es en ese preciso momento en el que se establece lo que se conoce como impronta afectiva, que favorece el fortalecimiento del nexo entre ambos.
De acuerdo con los especialistas y partidarios de esta teoría, si el parto se desarrolla con normalidad, el recién nacido no requiere de asistencia médica urgente, no es necesario medirlo, pesarlo o tomarle la temperatura de forma inminente. En lugar de aquello, recomiendan posicionarlo desnudo sobre el torso materno; una vez ahí, y gracias a la sustancia grasosa que recubre su piel, el bebé reptará instintivamente hacia el pecho de la madre, donde, impulsado por los reflejos de búsqueda, se dirigirá al areola y comenzará a succionarla. Precisamente, una de las grandes virtudes de este método, es favorecer el inicio precoz de la lactancia materna.
Del mismo modo, los doctores adeptos a esta corriente sugieren prolongar el corte del cordón umbilical hasta que este deje de latir, toda vez que la sangre que el cordón irriga desde la placenta hacia el recién nacido le permitirá incorporarse de mejor manera al mundo que lo rodea.
La hora sagrada después dar a luz es crucial para entablar un lazo afectivo profundo. Durante estos minutos madre e hijo se miran mutuamente, olfatean por primera vez y experimentan el contacto piel con piel.
Diversos estudios afirman que al colocar al recién nacido desnudo sobre el torso de la madre se ayuda a estabilizar su respiración y oxigenación, se mantienen sus niveles de glucemia, estabiliza su presión arterial, reduce las hormonas del estrés, disminuye el llanto, evita la hipotermia y promueve el inicio precoz de la lactancia materna.
Las mujeres embarazadas padecen de hiperosmia fisiológica o especial sensibilidad del olfato, por lo que oler el cuerpo desnudo de su criatura después del parto incrementa la producción de oxitocina, hormona que, junto a la endorfina provocan apego intenso, dependencia y enamoramiento mutuo entre madre e hijo.