Waldorf, Montessori y Shoenstatt son algunas de las corrientes educativas por las cuales podemos optar para que nuestros hijos comiencen su vida escolar. ¿Cuál elegir? Una gran pregunta que iremos respondiendo edición a edición.
Comenzamos este reportaje, que irá profundizando de a una las diversas opciones que tenemos como padres cuando de elegir jardín infantil se trata, hablando del método Waldorf, presente en Chile desde 1967 y que hoy cuenta con más adeptos y con una amplia variedad de Kindergarden e incluso algunos colegios.
¿Qué es Waldorf?
Es una metodología que se soporta en tres pilares fundamentales propios de los seres humanos: el sentimiento, el pensamiento y la voluntad, y que divide su educación en tres septenios: el primero va desde el nacimiento hasta las siete años, el segundo de los siete a los 14 y el tercero concluye a los 21.
Eso en términos formales, porque lo que realmente define este método es el resguardo absoluto por el respeto a la naturaleza del niño. ¿Qué significa esto? Que cada septenio está marcado por una base de aprendizaje distinta y por ende, los conocimientos se entregan obedeciendo a esta premisa:
– Primer septenio: imitación
– Segundo septenio: sentimiento
– Tercer septenio: pensamiento (comprensión – razón)
Los jardines infantiles que siguen esta metodología entonces lo que hacen es fomentar la imitación. Dejan que el niño siga su ritmo natural, y eso quiere decir -por ejemplo- que no está obligado a permanecer sentado ya que a estas edades se rigen por el libre movimiento. A pesar de esta libertad, se les incentiva el amor e interés por el aprendizaje, siendo ésta una de sus características principales.
Verónica Matus, fundadora y profesora de Casa Kinder Madre Tierra, con más de 30 años de experiencia en el método, asegura que “en el primer septenio -que es antes de ingresar a la básica- el niño está entendiendo la voluntad como esta fuerza de querer hacer cosas. Es puro movimiento y percepción. Esto es algo que uno puede observar a simple vista y que denominamos como “la voluntad expresada allí”, es decir, el pequeño quiere hacer algo, se mueve hacia algo, busca ese algo y percibe ese algo”.
Comprendiendo que cada individuo tiene fortalezas y debilidades, para Verónica Matus, los niños Waldorf se caracterizan principalmente por:
– Estar muy interesados en el saber, en la búsqueda de respuestas a las cosas que les inquietan y en no aceptar que se les impongan ciertos criterios o conceptos. Ellos quieren corroborar, confirmar.
– Tener la capacidad mental de situarse en distintos puntos de vista y ver distintos aspectos de un mismo fenómeno. Buscan opiniones e investigan antes de formarse su propio juicio.
– Poseer plasticidad emocional, es decir, son capaces de hacer evaluaciones internas y provocar cambios en sí mismos.
¿Cómo son las clases?
Durante la niñez no existe un profesor que esté enseñando algo frente al curso. “Lo que hacemos es imitar el funcionamiento de un hogar. Es como si fuera una gran familia y en ella se realizan las tareas cotidianas. Los niños van aprendiendo de todo pero gracias a la imitación, que es como su herramienta de oro. Además, se les entregan contenidos para su alma, como son los cuentos de hadas y rondas”, asegura Verónica.
En cuanto a las notas, no existen ni éstas ni las anotaciones. Las clases se apoyan en la capacidad del profesor para motivar a los niños, cautivarlos e interesarlos en los contenidos que se estén exponiendo. Verónica Matus indica que “estos niños nunca van a hacer un trabajo ni por la calificación ni por la competencia, es sólo porque se interesaron por la materia misma”.
En los colegios reconocidos sí se ponen notas pero éstas van directamente al Ministerio de Educación y no son de conocimiento ni de los padres ni de los alumnos. “Un niño repite si el profesor considera que no está lo suficientemente preparado o maduro y no tiene las herramientas necesarias para enfrentar el paso que viene. Tiene que ver con el desarrollo individual, no con el intelectual”, afirma Matus.
¿Se logra disciplina?
Se cree que en los establecimientos Waldorf los niños hacen todo lo que quieren, pero esta afirmación dista mucho de la realidad. “En el primer septenio, el niño es un imitador por naturaleza (gestos, postura, voz de los padres) por lo que la disciplina también se logra de esta forma: con el ejemplo. Y acá llegamos a una regla de oro que es que la educación es básicamente autoeducación. Si yo quiero que un niño se siente derecho en la mesa y tenga respeto hacia los alimentos, la primera que lo tiene que hacer soy yo”, asegura Verónica.
Postura frente a vicios de la actualidad
Medicación: Actualmente, muchos niños son diagnosticados con déficit atencional y tratados con remedios que deben ser consumidos de forma periódica. Lo que se da en la educación Waldorf es que gracias a que estos alumnos comienzan a tener otro sistema de vida en el cual se retoma la armonía y el equilibrio, se sanan sin medicamentos.
TV – Tecnología: La naturaleza del niño es sana y tiene un ritmo propio. “El hecho de exponerlo a la televisión, que está construida desde una experiencia de adulto, agrede su alma ya que lo enfrenta a sonidos, voces y colores que no tienen nada que ver con la vida interior de ese pequeño”, afirma Verónica Matus. Además, agrega que estos aparatos (Tv, computador, tablet, etc.) los estresan y angustian porque recién están aprendiendo a conquistar su cuerpo y por ende no son capaces de digerir estas experiencias.
Críticas al sistema tradicional
Lo que los niños necesitan en la primera infancia es sentir cobijo, amor, alegría, protección y conocer el mundo mediante el juego, el movimiento y la percepción. Por lo anterior, para Verónica Matus, se está cometiendo un grave error con la primera infancia. “Cada vez se le está dando más importancia a la entrega de contenidos intelectuales a los niños, que se disfrazan y se presentan como si fueran juegos didácticos pero en el fondo van dirigidos a un desarrollo intelectual, y eso creo que está siendo tremendamente dañino para todos