Tu hijo sigue llorando por su tete u osito y es un verdadero caos cuando no lo puedes encontrar. Has llegado al extremo de tener el reemplazo idéntico del mismo tuto para cuando el ‘verdadero’ se lava. Tranquilos papás, acá les contamos cómo enfrentar este ¡gran dilema!
Los padres constantemente se preguntan cuándo sus hijos dejarán de usar su peluche hasta para ir al baño. Pero la real interrogante es por qué los niños necesitan de un objeto externo para realizar ciertas actividades. La razón es simple: están en pleno desarrollo de sus emociones y ante la ausencia de su mamá, ellos buscan la contención a través de un objeto que para ellos cumpla la misma función que la figura materna.
No podemos olvidar su sensibilidad y cómo expresan sus emociones mediante otras herramientas. Quizá les da miedo ir al baño y necesitan de la compañía de alguien, o simplemente proyectan en su oso de felpa su seguridad y forma de enfrentar el mundo adulto.
Muchas veces, su primer objeto de transición son las mamaderas y chupetes, ya que poseen un valor simbólico, que se relaciona directamente con el amamantamiento. Luego pasan a una fase en la que el tacto es fundamental, por ello, el tener algo en sus manos les da confort. Asimismo, la temprana infancia es un tiempo de la vida especialmente intenso en término vinculares, pues la propia subjetividad del infante se afirma en la relación que posee con su madre o principal figura de cuidado. En este sentido, la continuidad de su existencia y de su experiencia emocional se encuentra en la presencia de esa figura de amor.
“Los tutos, mantitas o peluches, en algunos casos, se convierten en objetos de especial valor síquico y emocional para los niños, es por ello que se les denomina objetos transicionales, ya que mediante estos ellos pueden lidiar de mejor forma con la separación con su mamá y mantener el desarrollo de sus habilidades emotivas”, advierte Stephanie Otth, sicóloga de la Casa del Encuentro.
Proyección de las emociones
Estos instrumentos representan simbólicamente un ‘espacio mental intermedio’ entre la dependencia absoluta con la madre y la autonomía en vías de ser conquistada. Es decir, permiten al menor representar la ausencia de esta figura y conservarla síquicamente, aun cuando ella se encuentre lejos.
“Los objetos transicionales no solo les dan confort, sino que también constituyen su primera manera de crear su mundo y expresar por primera vez su creatividad. En ellos plasman su confianza y se sienten más acompañados durante sus procesos emocionales. Por eso, no son considerados como algo negativo o disfuncional y, por lo general, desaparece de forma natural la necesidad de utilizarlos”, explica Bárbara Ramírez, educadora de párvulos.
Los tutos o peluches son objetos de apego que tienen directa relación con la emocionalidad del infante, por tanto, no se les puede obligar a dejarlo. Es él quien lo abandona cuando está preparado emocionalmente y ya no tiene una dependencia afectiva con este.
¡Mamá aún lo necesito!
Si bien es que con estos objetos se sienten seguros para descubrir y enfrentar el mundo adulto, existe una serie de ofertas que uno puede ofrecerle a los niños para que vayan encontrando otros modos para tramitar la ausencia de la madre sin que amenace su propia identidad. “Tanto los padres como los educadores debemos fortalecer sus herramientas internas para que puedan lidiar por sí solos con las dificultades que van encontrando en su camino. Hay que tener en cuenta que mediante estos instrumentos ellos expresan lo que les sucede. Por ejemplo, si un niño va constantemente al baño con su peluche, entonces quizás necesita que un adulto vaya con él, hasta que se sienta seguro y pueda ir solo”, explica la educadora de párvulos.
El abandono de estos objetos se dará de forma natural y espontánea, cuando el ambiente en el que el infante se desenvuelva sea propicio para que esto suceda. “Cuando el niño ingresa a los espacios sociales (plazas, jardín o talleres), empieza a descubrir otras posibilidades para tramitar la experiencia de separación y el objeto transicional pierde naturalmente su carácter auxiliar y se convierte en un elemento más que puede ser olvidado”, advierte Stephanie Otth.
Sin embargo, si en su entorno existen situaciones que le generen angustia, como la llegada de un nuevo hermano, cambio de casa o ingreso al jardín, el menor tenderá a aferrarse aún más a su tuto o peluche. “No existe una edad tangible para que un niño abandone espontáneamente su objeto de transición, sino más bien se habla de una madurez emocional en la que él pueda auto consolarse. Por ejemplo, mi hija tiene 7 años y aún tiene su conejo de peluche. Incluso, cuando duerme con él, tiende a chuparse el dedo. Esto pasa porque evoca su instinto más puro de niño, pero claro, se da en el contexto que nos fuimos a vivir a otro país. Como padres intentamos contenerla y ayudarla a superar sus miedos. Es normal que se sienta abrumada ante lo desconocido y no quiere decir que sea una niña inmadura, sino más bien que necesita de nuestra ayuda para enfrentar lo desconocido”, advierte Bárbara.
Para ayudar a nuestros hijos a desarrollar sus habilidades emotivas, lo que puede traducirse en abandonar sus objetos de transición, es importante que los padres y adultos cercanos los apoyen emocionalmente e incrementen su autoestima positiva, felicitando sus logros y favoreciendo las experiencias en las que el infante pueda sentirse exitoso, fomentando su deseo de ser mayor.