La capacidad de tener hijos se relaciona con la fertilidad propia de las mujeres. El instinto materno no tiene que ver con fertilidad, sino con reconocer a un recién nacido como ‘hijo’ y de ser capaz de proporcionarle cuidado, amparo, sostén y alimentación, entre muchas otras cosas. Para esto debes tener a tu hijo enfrente y ‘sentirlo’. Esto se vincula con ser capaz de sintonizarse con el recién nacido de manera de reconocer sus necesidades, responder a ellas y brindarle satisfacción.
Para poder cumplir a cabalidad su función materna, una mamá no requiere de ‘ayuda con la guagua’ (como se cree), sino con esas cosas que están fuera de la relación madre-hijo (labores de la casa, trabajo, otros hijos, etc.) y fundamentalmente con la contención de terceros: pareja, padres, etc. Solamente si ella está contenida podrá hacerlo con su hijo, únicamente si eso le pasó a ella cuando niña va a poder replicar estas condiciones en su propio rol.
Desde esta visión, el instinto maternal claramente no es una ‘virtud universal’. Vivimos en una sociedad en donde se cree que el exceso de amor ‘malcría’ a los hijos, los hace ser ‘regalones’ (como sinónimo de poco autónomos e incapaces). Puedo decirte con certeza desde la práctica clínica, educacional, con visión de madre y de hija que el amor nunca es malo ni un problema. No se ama en exceso, simplemente se ama y amar es algo que acarrea respeto, incondicionalidad, paciencia y múltiples valores positivos que son necesarios y fundamentales en la relación con nuestros hijos.
Un niño que está rodeado de amor crecerá seguro de sí mismo, respetuoso de su entorno y feliz. El ser madre, en ocasiones y para algunas mujeres, es incompatible con cumplir otros roles, con trabajar fuera de casa o con estudios. Para otras, en cambio, es necesario tener distintos roles que cumplir para poder sentirse contentas consigo mismas y, por lo mismo, ser mejores madres. No hay recetas, no debemos culparnos (aunque cuando somos madres solemos tener la ‘culpa’ ligada a nuestro actuar), cada una debe buscar la forma adecuada para cumplir esta función, dependiendo de las necesidades de nuestro hijo y del rol que nos ha tocado cumplir.
Es esencial que las personas comprendan que una madre necesita sentirse contenida (cuidada, querida, respetada) para poder hacerse cargo de un recién nacido. Acá cobran real importancia la pareja, los amigos, los abuelos, otras mujeres que sean significativas para ella, etc. Ser madre, el instinto materno y el lazo con los hijos es algo que no se puede explicar claramente con palabras, implica sensaciones físicas, viscerales.
Creo cada vez con más fuerza que las mujeres que no son madres son capaces de empatizar con las que lo son. Las mujeres necesitamos de otras para reafirmar ciertos aspectos emocionales, cada vez se están uniendo más en torno a conocerse y reconocerse entre ellas, hay más respeto, más espacio en conjunto.
Hay muchos mitos acerca de la edad, del momento perfecto para ser madre, sobre el parto, la lactancia, el desarrollo y los cuidados de los niños. No obstante, el más presente es que podremos actuar sin considerar a la madre que tuvimos, pero internalizar a esa mujer será fundamental para desarrollarnos nosotras mismas, luego como madres. Es vital reencontrarnos con la niña que fuimos, con sus miedos, angustias y momentos placenteros, para así reencantarnos con la madre que soy o seré.
La gente suele decir algo así como ‘los hijos son prestados’, que uno los deja en el mundo para que construyan la vida que a ellos les parezca, con las herramientas que les dimos y las carencias de lo que no fuimos capaces de dar. En cambio, el atuendo de madre no es prestado, es un prisma por el que miras cada vez y a cada niño (porque nos recuerda a su madre y a la vez, la madre que somos). La madre trasciende a sus hijos, llega a sus nietos y bisnietos, es un actuar poderoso (ya que replicamos el modelo).
Es por eso que es importante sostener a las madres y ayudarlas a cumplir este rol potente, ya que nos determina. El amor hacia la madre es primario, el primer objeto de amor del recién nacido es su madre (sea hombre o mujer), se genera una diada que le permite a este salir al mundo. El padre ocupa un rol secundario en esta etapa, es necesario que exista para que asista a la madre y proporcione el estado emocional adecuado para ella. La relación del niño con el padre es posterior a la que tiene con la madre, aunque también es fundamental.
Quiero agradecerles a las madres –y a quienes cumplen este rol– y les recuerdo que de ellas depende transmitir seguridad y cariño a sus hijos. Esto implica ser respetuosas con ellos, tratarlos con afecto, libres de violencia física y sicológica. Escuchemos a nuestros niños (en un espacio que parece girar en torno a los adultos), acompañémoslos y motivémoslos a ser la mejor versión de ellos mismos, intentemos no imponer nuestras necesidades y sueños a ellos, solo así les trasmitiremos la importancia de ser respetuosos con sus pares, de ser verdaderos, a disfrutar con los logros de los demás y a actuar (fundamentalmente) con amor.