A todos afecta el calor, pero no de igual manera. Los niños menores de 4 años se encuentran entre los grupos que se ven más perjudicados con las altas temperaturas
Salvo que se trate de un bebé de pocas semanas, que aún no regula bien su temperatura corporal, los niños sienten más o menos el mismo calor que los adultos. Por lo mismo, hay que asegurarse de que ingieran mucho líquido, vestirlos con ropa ligera en tonos claros y nunca dejarlos en automóviles al sol y/o con las ventanas cerradas.
Si hace demasiado calor y la guagua tiene sólo unos meses, se puede refrescar con una esponjita húmeda y, una vez seca, dejarla desnuda sobre la cama, por ejemplo; pero siempre dentro de la casa y en un lugar donde no haya corriente. En el caso de niños mayores, es conveniente quitarles ropa, llevarlos a un sitio fresco donde corra aire y darles agua o jugo frío. Asimismo, evitar actividades intensas a las horas de más calor.
Para ayudar a que las habitaciones de la casa estén más frescas, es conveniente mantener cerradas las cortinas para que el sol no entre directamente, no abrir las ventanas cuando la temperatura exterior es más alta y no es recomendable el uso de artefactos que puedan producir calor. Además, debe considerarse que los ventiladores sólo son efectivos bajo los 35°C; ya que sobre estos grados sólo mueven el aire caliente y no enfrían.
Pese a estas medidas paliativas, hay que considerar que los bebés y los niños se ven afectados con el verano, lo cual se manifiesta en sus estados anímicos. Generalmente, están más irritables, tienden a sentirse inapetentes y dormir menos, sobre todo cuando las noches también son calurosas.
Cuando las temperaturas son muy elevadas y su exposición excesiva, es posible que los pequeños sufran de un “golpe de calor”. Esto se evidencia porque la piel está caliente, enrojecida y seca, pero el niño no suda; su respiración es superficial y muy rápida; y podría, incluso, presentar fiebre que supera los 40 ºC, pérdida de conciencia y convulsiones.
Ante esto, lo primero que hay que hacer es llevar al niño a la sombra, a un lugar fresco y ventilado, desnudarle y ponerlo semitumbado. Para aliviar sus síntomas, sobre todo si la fiebre es elevada, también puede ser necesario enfriar al pequeño disponiendo una toalla o trozo de tela empapada en agua fría en distintas partes de su cuerpo; principalmente en ingles y axilas si la temperatura es muy alta.
En el caso extremo de que el pequeño esté inconsciente, hay que procurar que beba agua fresca ligeramente salada (una cucharada de sal por cada litro de agua). Si tarda en recuperarse, es conveniente llevarlo a un servicio de urgencia.