Todos nos hemos enfrentado a alguno, ya sea en el jardín o en el colegio, y la experiencia es marcadora, especialmente si las provocaciones perduran en el tiempo. ¿Qué hacer frente a un menor que busca el enfrentamiento? Descúbrelo a continuación.
Entre los 24 meses y los 3 años, muchos niños que ingresan al sistema escolar comienzan a mostrar un comportamiento que hasta el momento era inexistente: el de morder. Y alejado de lo que los padres pensaban, en vez de iniciar una sociabilización positiva y transformarse en el compañero ideal, se convierten en los matones del curso.
¿Por qué se vuelven mordedores?
Si bien puede existir diversidad de factores, lo más común es que la agresividad se deba a una falta de manejo de nuevas situaciones, como un cambio de casa, la llegada de un hermano y el ingreso a la sala cuna o jardín infantil.
Esto se explica, debido a que hasta este instante la atención probablemente se centraba en el menor, quien de un minuto a otro debe buscar nuevas formas de atraer el interés de su entorno, así como también aprender a compartir con sus pares.
El hecho de que aún no haya conseguido desarrollar el lenguaje, también es un factor que puede incidir en este tipo de agresividad, ya que al no poder verbalizar sus sentimientos de rabia, enojo o frustración, reacciona de manera física, siendo la más común la mordida.
Otra razón que puede justificar este comportamiento es el haber sido víctima de un ataque similar por parte de alguno de sus pares, o bien que a nivel familiar el menor esté expuesto a cualquier tipo de violencia. Hay que recordar que los infantes aprenden mediante la observación, por lo que mostrar un buen ejemplo es fundamental para lograr un adecuado desarrollo social.
Hasta los 3 años, los mordiscos tienden a producirse durante una pelea, cuando los niños se sienten agobiados, quieren llamar la atención de alguno de sus pares, temen que les vayan a hacer daño, o consecuencia de una excesiva estimulación o a una equivocada muestra de amor. Pero lo cierto es que cualquiera sea la razón que provoque este tipo de reacciones, para los padres siempre será una noticia desagradable, ya sean víctimas o victimarios.
En ambas situaciones, el diálogo con el hijo es fundamental. En la primera, para que comprenda que a pesar de la frustración, dolor y rabia que pueda sentir por el hecho de haber sido mordido, reaccionar de la misma forma no es la solución. La segunda requerirá de un mayor trabajo, pues se debe erradicar un comportamiento adquirido y para ello te entregamos algunos tips.
1. – Observa qué situaciones generan esta conducta. Al identificarla será más fácil buscar una solución o descubrir el porqué de su actuar, y así podrás estar atenta e intervenir cuando creas que haya riesgo.
2.- Enséñale a pedir perdón. La empatía con el dolor del otro será muy importante para que se logre el cambio de conducta.
3.- Educa sus emociones, otorgándole un nombre cuando creas que las está sintiendo. Por ejemplo, luego de una pelea en la que no lo dejaste jugar más con sus juguetes, puedes agacharte (se sugiere siempre estar a su altura) y decirle: sé que sientes rabia porque querías seguir jugando, pero ya es tarde y debes dormir. Mañana, cuando llegues del jardín, podemos sacarlos nuevamente. Y así replicar este ejemplo con la pena, la alegría, etc.
4.- Jamás le grites o pegues. Debes ser firme y reprimir mediante un “NO” la conducta, pero no es necesario subir la voz o recurrir a la violencia física. Se sugiere apartarlo de lo que estaba haciendo y contarle que él no puede jugar por un rato, pues pasarlo bien es un premio para aquellos menores que no muerden.
5.- Mantente atenta a las señales de alarma como patear, acercarse mucho a un compañero o llorar, debido a que son precursores de un mordisco. Si estás presente frente a este comportamiento, detenlo, contenlo y explícale que lo que quiere hacer produce daño.
6.- Habla con su profesora para que te guíe con respecto al manejo de las rabietas, pues de seguro tendrá técnicas que podrían serte de mucha utilidad. Además, en conjunto será más fácil erradicar estos brotes de violencia, ya que estará recibiendo un mismo mensaje tanto en su jardín o colegio, como en su casa.
7.- Por último, si sientes que la situación se escapa de control, recurre a un especialista para que los oriente a nivel familiar.