La crianza de los niños es una de las tareas más difíciles y satisfactorias del mundo, y aquella para la cual los padres pueden sentir que están menos preparados. Conoce aquí algunos consejos que te llevarán por buen camino.
Una de las principales inquietudes que tenemos todos los padres primerizos es si criaremos bien a nuestro hijo o no. Sin lugar a dudas esto irá de la mano de un sinnúmero de temores y preocupaciones, e, incluso, puede que a veces nos equivoquemos, pero lo fundamental está en intentar hacer lo posible para que nuestros niños crezcan felices, sanos, independientes y creativos.
De acuerdo a Sandra Delgado, sicóloga de Clínica Indisa, las claves de una buena crianza se pueden resumir en tres pilares fundamentales.
– Conexión emocional y comunicación. Para conectarnos emocionalmente debemos dejar la prisa de la vida cotidiana, detenernos y observar a nuestro hijo/a para simplemente dejarnos sorprender por su singularidad y la belleza de su ser, y eso ocurre al jugar con él y cuando vemos cómo interactúa con otros niños y adultos. El aprender a detenernos en la vida cotidiana es esencial. Después de ese momento la comunicación tanto verbal como no verbal va a fluir naturalmente porque deviene como una consecuencia. Es esencial aclarar que la comunicación no es interrogar al pequeño ni sacar información, sino que la meta es la conexión. El resultado de este proceso es la certeza de sentirnos amados.
– Confianza y respeto. Si los padres confían en sus hijos plantarán en ellos la semilla de la confianza. Si hay respeto, los menores aprenderán a respetarse a sí mismos y a los demás. Esto además contribuirá al desarrollo de la autoestima y la autoconfianza.
– Límites claros y firmes. Estos no están dados por la severidad o la dureza con que se trate a los hijos, sino por la claridad que tengan los padres sobre lo que es fundamental transmitir en la crianza y que esto tenga consistencia en el tiempo. Es necesario que se establezcan desde temprana edad, por ejemplo, desde que los padres deciden sacar de su cama a los pequeños y hacerlos dormir en su propia cuna. Son ellos los que definen consciente o inconscientemente el lugar familiar que tendrá el hijo, si deciden que el menor será el rey de la casa, se comportará como tal y será un pequeño dictador y es posible que presente dificultades para adaptarse en el jardín infantil. En cambio, si se le da el lugar de hijo, respetará a sus papás, confiará en el cuidado que ellos le entregan y será un niño adaptable.
Dos grandes errores
Nadie nace sabiendo cómo criar a un niño, por eso es sumamente normal cometer ciertas equivocaciones. Una de las principales -y de la muchas veces podemos no darnos cuenta- es ser demasiado permisivos. Aunque no siempre es fácil, debemos intentar no satisfacer todos los deseos de nuestros hijos. Tenemos que ser capaces de discernir entre una necesidad y un capricho, porque al darle todo lo que quiere, el pequeño se puede crear una idea equivocada del mundo al pensar que ‘tiene derecho’ a tenerlo todo.
Esta excesiva permisividad puede ser un resultado de ese sentimiento de culpa por no pasar suficiente tiempo con los hijos, por lo que se compensa dándole todo lo que quieren. Sin embargo, esto puede hacer que el niño no aprenda a resolver conflictos a futuro; puesto que si los padres siempre dicen que sí a todo, no sabrá negociar y se encontrará en desventaja cuando sea mayor.
Por otro lado, yéndose al extremo opuesto, el ser demasiado rigurosos también es un error en el que no debemos caer. Por ejemplo, simplemente decir ‘no’ sin dar ninguna explicación puede hacer que vean al padre como el enemigo; pero si, por el contrario, le señalamos a los menores el porqué de nuestras decisiones, verán su lógica (aunque no estén de acuerdo) y las acatarán con más facilidad. Es necesario imponer un orden, pero sin ser autoritarios. Debemos tener buena relación con ellos, pero no llegar a ser un amigo más. De esta manera, los hijos educados con cierta flexibilidad tienden a transformarse en adultos más seguros y abiertos que los que han sido sometidos a reglas arbitrarias y rígidas.
“Lo mejor que puede hacer un padre por su hijo es esperar que este se desarrolle y crezca lo más plenamente. Esto significa que pueda desarrollar todo el potencial que ese niño trae. Por eso es importante que los adultos no inunden a sus hijos con sus propios deseos, sino que incentiven a través de diferentes actividades el descubrimiento y la emergencia de lo que realmente ellos son. Y para eso es importante que dediquen tiempo para jugar con los menores, que es la mejor manera de conocerlos y de impregnar en ellos un determinado comportamiento”, finaliza Sandra.
¿Qué hacer con un niño rebelde?
Este es un pequeño que no confía en sus padres, puesto que duda permanentemente que ellos realmente quieran cuidarlo y protegerlo, por eso el menor desafía los lineamientos que sus padres les dan, y lo replica con todas las personas adultas, por ejemplo, las profesoras. En vez de límites y cuidado, estos niños ven sometimiento. Se debe intervenir tempranamente para mejorar la calidad de los vínculos y recuperar la confianza. En casos que la conducta se sostenga por varios meses, es mejor consultar con un especialista que pueda orientarlos y resolver el problema a tiempo.