Por mucha paciencia que se tenga e independiente del amor que sintamos hacia nuestros hijos, como padres siempre nos tocará la misión de poner los puntos sobre las íes. Esto no sólo es necesario para alejarlos de ciertos riesgos, sino que también les entrega la seguridad que requieren para descubrir el mundo que los rodea.
¡No es no!, ¡aléjate de ahí!, ¡hay que ordenar! Éstas y muchas otras frases similares de seguro te suenan familiar. Los niños requieren de órdenes pero por qué y cómo establecerlas de manera correcta para no perjudicar la relación padres/hijos, es lo complejo. Para responder estas interrogantes, recurrimos a la psicóloga infantil María José Ugarte.
La profesional asegura que contar con un orden dentro del núcleo familiar, el cual se va vivenciando de forma constante, permite que los menores puedan sentirse seguros y tranquilos, y es una manera de ir formando aprendizajes. “No obstante, es preciso que exista flexibilidad, pues nada ocurre si un límite se “transgrede”. Consideremos que ningún adulto con su juicio de realidad normal y sin alguna psicopatología realiza exactamente la misma rutina en exactamente la misma hora cada día”, afirma.
¿Desde qué edad se comienzan a establecer límites?
Siempre hay que considerar la edad de nuestros hijos para ir estableciendo límites. Para ello, es recomendable estar al tanto de la etapa del ciclo vital en la cual se encuentra, de modo de comprender qué cosas son esperables y cuáles no. Por ejemplo, a los 6 meses no podemos pretender que coman solos, o a los 2 años que agradezcan cada “gesto” que otros realizan por ellos como regalarles algo, decirles que son lindos, etc. Si bien hablamos la misma lengua, no comprendemos de la misma forma y esto lógicamente se relaciona con el nivel madurativo.
Es por ello que desde que son guaguas se sugiere comenzar a hacer un “cierre del día”, de modo que el ambiente de la casa vaya cambiando; ya no hay juegos tan activos, tampoco salidas y visitas. De este modo, las actividades invitarán al bebé a entrar en un estado que lo predisponga al descanso. Por ejemplo: un baño tibio, masajes y una música acorde que los ayude a llegar al sueño. Con eso ya estamos estableciendo un límite, el que no tiene por qué ser estricto, riguroso y estructurado, ya que si se sostiene una rutina de esta manera intransigente, tampoco dejaremos espacio para la creatividad y espontaneidad en nuestros niños/as.
¿Por qué es necesario establecerlos?
Los límites van dando seguridad, tranquilidad y permiten que los niños/as vayan predisponiéndose psicológicamente a lo que vendrá. El hecho de no tener dicha noción sólo incrementa la ansiedad y la angustia. Nosotros como adultos lo hacemos a diario, de manera habitual y casi sin programarlo, al realizar rápidamente una revisión de nuestro día (ir al trabajo, preparar una reunión, pasar por los niños a tal hora, ir a comprar lo que nos faltó, etc.). Siempre relaciona esto con una adulto que está preparándose para ir a su trabajo, con todo el “chequeo mental” llevado a cabo y lo llaman para anunciarle que está despedido. Esa sensación de shock de un comienzo, y luego de no saber qué hará ahora, es comparable con un niño/a que está expuesto a lo imprevisto.
¿Qué ocurre en menores a los que no se les establecen los límites claramente?
Los niños/as que están en una constante incertidumbre aumentan sus niveles de cortisol, producto del estrés de “no saber”. Pongámonos hipotéticamente en el caso de que además de no poder predecir qué será lo próximo que ocurrirá (por la falta de límites y normas), el menor cuente con figuras significativas que no establezcan límites claros y flexibles. Esto podría dar paso para que crezcan sobre una base inconsistente, lo que está estrechamente relacionado con el tipo de apego ambivalente, en donde el menor no sabe a qué atenerse cuando requiere ser satisfecho en alguna de sus necesidades, ya que no logra predisponerse al actuar que su figura tendrá, por tanto, frente a esta duda principalmente en la primera infancia, prefiere aferrarse a dicha figura como una medida casi de supervivencia.
¿Existen límites universales o cada familia debe establecer los propios?
Creo que cada familia debe llegar a establecer qué tipo de límites generara a partir de la crianza que les haga sentido entregar a sus hijos/as. No obstante, me parece necesario mencionar la relevancia de informarse, empoderarse de sus crianzas, en donde se respete y empatice con los niños en sus ritmos y etapas madurativas, alejándose de aquellos mandatos de índole más autoritaritos (dichos como:” porque sí, porque yo lo dijo…”), ya que van en desmedro de la autoafirmación e individualidad que cada niño/a debe experimentar.