Tener un parto natural es el anhelo de muchas mujeres, pero los riesgos que este procedimiento conlleva, hacen que la mayoría descarte tal posibilidad. Afortunadamente, hoy en día es posible vivir esa experiencia con la confianza y seguridad que brinda el hecho de hacerlo en una clínica.
De acuerdo con un informe publicado en enero de este año por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en Chile se realizan 47,1 cesáreas por cada 100 nacimientos, cifra que sitúa al país en el segundo lugar de las naciones con más cesáreas, detrás de Turquía. Lo anterior es preocupante, porque si bien muchas de estas cirugías son necesarias, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que el porcentaje de cesáreas no supere el 15% del total de nacimientos. En razón de ello es que el Ministerio de Salud ha comenzado implementar políticas que instan la promoción del parto vaginal, tanto en establecimientos públicos como privados. Precisamente, estos últimos se han adherido a la tendencia, incorporando programas que ofrecen a las futuras madres la posibilidad de vivir un parto vaginal natural.
En el parto natural el nacimiento responde al proceso fisiológico de la mujer, de manera que se respetan los tiempos y necesidades espontáneas de la madre. El acontecimiento no es asistido por medicamentos (no se utiliza suero, anestesia, etc.), de esa forma, es la madre quien dirige el trabajo de parto, lo experimenta con plena consciencia, sin intermediarios y logra un generar un vínculo aún más profundo con el hijo. Es por eso que muchas mujeres anhelan un alumbramiento de estas características, pero con la seguridad y resguardo que implica hacerlo en un centro de salud.
Hoy en día son numerosas las clínicas que disponen de programas especializados, a través de los cuales buscan satisfacer los deseos de aquellos padres que optan por un parto natural. Pero, en concreto, ¿qué es lo que ofrecen?
Un espacio de intimidad. Los establecimientos cuentan con habitaciones adecuadamente equipadas para este tipo de alumbramientos. Estos espacios se caracterizan por tener un ambiente acogedor, en el que es posible realizar ejercicios de preparto con balones kinésicos, utilizar difusores de aromaterapia, aplicar musicoterapia, entre otras técnicas que permiten hacer del parto, una experiencia más grata.
Respeto al proceso fisiológico. Es la mujer quien elige la modalidad de parto que le resulte más cómoda. Así, mientras la mayoría de las madres dan a luz en posición horizontal, quienes eligen un parto natural pueden hacerlo en posición vertical, lo que es altamente recomendado porque facilita el trabajo, ya que la fuerza de gravedad permite que las articulaciones de las caderas se abran, dando paso al feto de manera más fluida. Otras posturas que también se utilizan son en cuclillas, de lado o en cuatro patas, en definitiva, es la madre quien decide. Asimismo, es ella quien escoge alguno de los diferentes métodos de analgesia no farmacológica: hidroterapia (piscina de parto), técnicas de respiración, terapia calórica, etc.
Acompañamiento humanizado. El hecho de que sea un parto natural no significa que no exista presencia de profesionales de la salud. De hecho, están presentes, pero en principio solo cumplen un rol observante y discreto. Por lo general, las personas que brindan acompañamiento y contención son las matronas y/o doulas.
Asistencia médica en caso de urgencia. Si durante el embarazo o el trabajo de parto surgen situaciones que hagan imposible un nacimiento con mínima intervención, las clínicas están preparadas para atender de forma inmediata la emergencia, contando para ello con tecnología acorde a la complejidad del caso.
Talleres de preparación para el parto. La mayoría de las clínicas que ofrecen programas de parto natural, contemplan además talleres de preparación para el parto, los que tienen por finalidad informar y preparar a las parejas que decantan por esta alternativa.
Beneficios del parto natural
El parto natural proporciona considerables beneficios tanto para el hijo como para la madre, algunos de ellos son:
La guagua nace en el momento justo. Es ella quien decide cuándo nacer y lo hará cuando esté lista, es decir, en el momento en que su cerebro produce las sustancias que bloquean las hormonas del embarazo (progesterona) y ponen en marcha el proceso que induce a la placenta a producir prostaglandinas, las hormonas que inducen el parto.
Mejora su respiración. Un niño que nace sin previo aviso, como ocurre en el caso del parto inducido, puede tener dificultades para respirar de forma adecuada. Mientras que el que nace por parto natural lo hace sin mayores complicaciones. Pero no sólo eso, pues durante el trabajo del parto, se activan numerosas hormonas y mediadores químicos, que favorecen la maduración de los pulmones.
Durante el trabajo de parto natural, el menor produce muchas catecolaminas (hormonas como la adrenalina), esto permite activar el sistema metabólico (para producir energía y calor) y optimizar la eficacia del corazón y de la circulación sanguínea del pequeño.
Desde el punto de vista de la mujer, y debido a que no se emplea anestesia epidural, la madre no pierde la sensibilidad corporal ni la conciencia. Por lo mismo puede moverse con mayor libertad y encontrar la posición que le permita estar más cómoda durante las contracciones. Además, podrá participar de manera más activa en el proceso del nacimiento.
El período de recuperación tras un parto natural es sumamente breve, la madre puede reincorporarse rápidamente a su rutina.