La culpa que sienten muchos padres por el poco tiempo que le dedican a sus hijos los lleva a cometer un error garrafal, el de darles todo lo que quieren. Más que un beneficio, se les está entregando un mensaje equivocado de cómo demostrar afectos.
La influencia que ejercen los niños de hoy sobre los gastos de los padres es inmensa. De hecho, los expertos en marketing los han segmentado como “tweens”, que se definen como consumidores de 8 a 13 años de edad, con mucha información y gustos propios y, por ende, que marcan la pauta de las comprar que realiza la familia.
El poder que ellos adquieren se debe principalmente al permitido por sus padres, quienes muchas veces recurren a las compensaciones materiales para contrarrestar la falta de tiempo que dedican a su crianza, pero ¿es beneficiosa esta libertad de acceso a bienes? La respuesta probablemente la conoces y es ¡no!
El simple acto de comprar el artículo que tu hijo te pide insistentemente no le transmite amor, por el contrario, hace que inconscientemente asocien el afecto y la felicidad con posesiones y esta creencia puede traer complicaciones más graves que una simple rabieta cuando ese niño se transforme en adolescente.
A pesar de la edad, desde muy pequeños, son capaces de percibir que están “siendo comprados con cosas” y por ende se les enseña que el amor se brinda de esa manera por lo que al no darles en el gusto se malentiende que hay un desamor.
Más, más y más
Los niños que lo quieren todo son víctimas de una sociedad que ha cambiado tanto, que tiene por un lado a padres desorientados, enfocados principalmente al desarrollo profesional y que producto de lo anterior acceden a comprar bienes materiales innecesarios, y por otro, a medios de comunicación que los bombardean con publicidad e incentivan a tener más porque -al fin y al cabo- eso es lo que cuenta y en base a sus pertenencias serán valorados por el entorno.
La consecuencia de esta realidad es una generación de niños ¡lo quiero todo! y de unos padres culposos.
Perfiles materialistas
Niños:
Son incapaces de posponer sus requerimientos.
Poseen baja tolerancia a la frustración por lo que se irritan fácilmente cuando algo no resulta como lo esperan.
Cuando consiguen lo que quieren, les deja de interesar.
No pueden identificar entre las necesidades reales y los caprichos.
Padres:
Se sienten culpables gran parte del tiempo.
Se consideran malos padres porque no pueden dedicarles tiempo a sus hijos.
El tiempo destinado a compartir se ocupa principalmente en salidas a comprar bienes materiales.
Saben que deberían ponerle límite a sus hijos pero son incapaces de hacerlo.
Son padres involucrados y conscientes a los que les gana la culpa.
¿Qué hacer?
Expertos recomiendan 6 acciones concretas para acabar con este círculo vicioso:
Limitar la exposición al televisor: esta opción es mejor que prohibirla, y lo que se busca es que el niño se enfrente a la pantalla acompañado de un adulto que lo vaya orientando en lo que ve.
Enseñarles a ser buenos consumidores: que sepan discernir entre las necesidades reales y las ficticias, para no incurrir en gastos innecesarios. Que decidan entre opciones, y que de vez en cuando escuchen un “no” como respuesta a una petición de compra.
Actividad física: incentivar a que practiquen algún deporte, sobre todo hoy en día que los aparatos tecnológicos han llevado a que los niños jueguen solos y pierdan habilidades sociales que se descubren únicamente en contacto con los pares (límites, asertividad, etc.).
Familia: es uno de los puntos más importantes ya que es éste núcleo el que entrega los fundamentos sobre los cuales se irá construyendo la personalidad del niño: sus seguridades, felicidad y concepto de afectos, entre otros.
Tiempo libre: es mejor organizar una actividad de calidad que permita “estar” con ellos más que “hacer cosas” en conjunto, porque la presencia activa de la madre y del padre es la única capaz de sacarlos de la soledad afectiva en la que se encuentran.
Comunicación: darse el tiempo de compartir los acontecimientos vividos durante el día. Para ello, una excelente instancia es la hora de la comida. Estudios demuestran que los adolecentes que tienen mejores relaciones sociales, éxitos académicos y menos problemas de drogas y alcohol y justamente aquellos que cuando niños comieron en familia.
Por lo tanto, como padres es fundamental detectar si se está incurriendo en este error y de ser así, procurar desarrollar en los hijos una buena personalidad y que reconozcan el valor que tienen ellos como personas, resaltando que lo que realmente importa es lo que son y no lo que tienen.