Margarita se fue de la clínica a su casa con la tranquilidad de que su hijo recién nacido era “una foto”. Sin embargo, a las 2,5 semanas, algo cambió. “Lloraba por cualquier cosa y era un llanto repentino, agudo y que costaba mucho calmar”, cuenta esta mamá primeriza.
El pediatra le explicó que su hijo sufría de cólicos, mal que afecta entre el 10 y 20% de los recién nacidos, y que “en estas crisis inciden varios factores, como la tolerancia digestiva del niño, la alimentación de la madre, e incluso, su situación sicológica”, cuenta Margarita, quien una vez que aprendió a manejar los dolores de su hijo y a evitar los factores desencadenantes, las complicaciones fueron disminuyendo en intensidad y duración.
Definidos como crisis de dolor transitoria, espasmódica y repetida, los cólicos se traducen en llanto, enrojecimiento de la cara, transpiración y contracción del cuerpo, dándose principalmente entre las 7 y 10 de la noche, período llamado popularmente como “la hora de las guaguas”. Por lo general aparecen un poco antes del primer mes, aumentando las posibilidades si el niño es alimentado con leche de fórmula, y se disipan espontáneamente entre el cuarto y sexto mes de vida.
Si bien es una situación común y normal, aunque a veces difícil de manejar, hay que estar atentos de que no sea algo patológico. Si el dolor aparece a cualquier hora del día y se ve alterada la alimentación y la vida normal del niño y su familia, puede haber otras causas para los cólicos, como alergia a la proteína de la leche de vaca o un reflujo gastroesofágico con esofagitis.
Cómo manejar los cólicos
- Los alimentos: si estás amamantando, evita los que le puedan estar provocando gases a tu hijo: legumbres, brócoli, repollo, etc. Prueba suprimiendo algunos días ciertas comidas, por ejemplo los lácteos, y así descartar alergias o intolerancias. Si toma leche de fórmula y crees que esa marca le genera el dolor de guata, prueba con otras y siempre evita sobrealimentarlo.
- Los gases: además de prescindir de los alimentos que los provocan, aprende una buena técnica de expulsión de éstos, así le evitarás también el reflujo y la acidez.
- Los remedios: en los casos más agudos, los pediatras pueden indicar gotas antiespasmódicas o para la expulsión de gases, sin embargo, éstas sólo alivian los síntomas y dejan el problema de fondo. Pregúntale a tu doctor.
- Masajes: una alternativa a los remedios suelen ser las caricias terapéuticas que ayudan a calmar el llanto y la irritabilidad. Pon a tu hijo boca abajo y masajea su espalda con algún aceite especial durante 15 minutos. Este simple acto puede calmarlo y hacerlo dormir como un angelito.